Literalmente: Cuando estés en Roma, haz lo mismo que los romanos. Si vas de visita a un lugar lejano, debes actuar como la gente de la localidad. Es lo más cortés y puedes ahorrarte muchos problemas. Este proverbio viene del antiguo imperio romano, cuando la capital recibía visitantes de todas partes del mundo. En esa época, la cultura de cada ciudad era muy diferente. Pero si una persona llegaba a Roma, debía comportarse como un romano, sin importar de dónde viniera.
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Literalmente: La honestidad es la mejor política. Mentir demasiado puede ser difícil, ya que puedes olvidar lo que dijiste y no pasará mucho antes de que alguien te descubra. Después estarás en problemas o incluso si nadie se da cuenta, te sentirás culpable por no decir la verdad. Pero si eres honesto y dices la verdad, las personas te creerán y respetarán. Así ganarás su confianza y no tendrás preocupaciones.
Literalmente: No conviertas un hormiguero en una montaña. Las personas a veces se molestan mucho por problemas insignificantes. Este proverbio te invita a tomar un momento y ver la importancia (o irrelevancia) del asunto. Estropear la ropa o llegar tarde al trabajo no es nada importante en comparación con toda tu vida. Así que tienes que calmarte y evitar enojarte por pequeñeces.
Literalmente: Es mejor estar seguro que arrepentirse. Haz todo lo posible para evitar que te pasen cosas malas. Solo tardas un segundo en ponerte el cinturón de seguridad o revisar que la puerta esté asegurada. Pero si no estás seguro, los malos resultados pueden acompañarte durante toda la vida. Así que lo mejor es que seas cuidadoso o quizás termines lamentándolo.
Literalmente: Una piedra que rueda no reúne musgo. Solo una piedra que permanece en su lugar durante mucho tiempo puede acumular musgo. Por otro lado, una piedra que permanezca en movimiento no lo hará. Lo mismo ocurre con las personas. Si permaneces en un solo lugar durante mucho tiempo, las señales de la vida (amigos, familia, objetos, reputación local) crecerán. Pero eso no pasará si te mueves de un lugar a otro constantemente.
Es una noche lóbrega y oscura:no ilumina la luna el firmamento,y en la atmósfera impuradensos vapores amontona el viento.De espesos nubarronespor su turbado azul lentos avanzanpreñados escuadronesque el aire sorben donde el aire alcanzan.No corre ni una ráfaga perdidaque temple de la atmósfera el bochorno,y el aura de la tierra desprendida,exhalada parece de algún horno:y dijeran que humeapróxima a vomitar la oculta llama,si el relámpago pronto centelleay el ronco trueno en las alturas brama.En un balcón que a los jardines miradel palacio de Burgos, en que mora,sombrío y melancólico suspiradon García a deshora.Él es: y al recordar de doña Blanca,su muerta madre, el infernal intento,hondos suspiros de su pecho arranca,que rechaza tal vez el firmamento.Y el llanto que en sus párpados se estancay el semblante humillado y macilento,muestran que es ya su bárbara sentenciacarcoma que desgarrra su conciencia.Sus miradas en tierra, distraídofija, sin ver lo que a sus ojos tiene,y en confuso tropel descoloridopasan por su memoria las ideas tardas en paso y en contorno feas.A veces frunce, receloso, el ceñocual si oculto pesar le atormentara,y a veces gime cual si en negro sueñofantasma aterrador se le mostrara.A veces, reteniendo en su gargantael desigual aliento,agitado su pecho se levantacual mar que en tumbos desordena el viento.Y a veces tenuamente respirando,resistiendo la fiebre que la agita,en siniestro delirio divagandolánguidamente al parecer dormita.Todo al fin en el conde está mostrandoque grave asunto con afán medita,y se ve que su bárbara sentenciaes el peso que abruma su conciencia.Muchas veces acaso en su abandonolas leyes invocó que defendía;razón hallaba en el salvado tronoque su venganza autorizar podía;pero siempre tras él con fiero enconosalir la sombra de su madre veía,y la ley, la razón y el pensaminetocedían al tenaz remordimiento.Mas, tendamos, lector, un velo oscurosobre este cuadro de venganza y duelo,que es caso, a fe, de comentarse duroque ya ha pesado en su balanza el cielo:caso, lector (y con verdad lo juro),cuya razón escudriñar no anhelo,pues pliegues son del corazón humanoque intenta el hombre penetrar en vano. ---Largo tiempo pasó de esta manera,y mucho más el conde así pasarasi por bajo cruzar de su vidrieramisterioso embozado no mirara.A la rápida luz de los relámpagossu bulto en las tinieblas perseguía,los ojos con afán desencajandosi en medio las tinieblas le perdía;mas siempre hallarle en el jardín rondandocon el nuevo relámpago volvía.Brotó en su corazón sorda sospecha,y espoleando el honor sus presunciones,pronto entendió que el embozado acechade su alcázar o puertas o balcones.Y a poco, seña misteriosa oyendo,por una reja le alcanzó trepando,y en ira a él encaminóse ardiendo.Con silenciosa y recatada huellallegó a la estancia de la hermosa Estrella,y luz viendo alumbrar la cerradura,la airada vista enderezó por ella.Mas apenas la línea había cogidoque la abertura con la luz marcaba,oyó como de gente que lidiabadentro del cuarto temeroso ruido.Entre él y la bujía en un instantedos cuerpos a la par se interpusieron,que a poco en bambaleo vacilantea la par con estrépito cayeron.Lánzase dentro el irritado conde,y al ver el sitio dondela luz prosigue, la afilada puntales pone de su estoque a la garganta.Y quién se atreve, vive Dios!, pregunta,a cuya voz: Yo soy!, Sancho responde,que de ellos solamente se levanta.CONDE: !Qué es esto, Sancho!SANCHO: Señor,si es que lo hecho os enoja,sacadme con esa hojael alma que os da el honor.CONDE:Concluye, Sancho; ese hombreque tienes muerto a tus piesbañado en sangre, quién es?SANCHO: Muza, señor, no os asombre.Sin miramiento al decoroque en vuestra casa se encierra,contando iría a su tierravuestra deshonra ese moro.Yo le esperé y le maté;si os culpa su rey, señor,tratadme como traidory entregadme, que yo iré;pues quiero de mejor ganaque el moro traidor me llame,que oírle dar por infamea una noble castellana.Tendióle el conde la manotal oyendo, y replicó:Sancho, así quisiera yotodo el pueblo castellano.Cuál es tu nombre?SANCHO: Espinosa.EL CONDE: Eres noble?SANCHO: Hidalgo soy.EL CONDE: Tu casa será desde hoyy tu familia famosa.Desde hoy serán mis monteros,y de lealtad por gala,dormirán en mi antesalasus bizarros caballeros.Y lléveme Belcebúsi temo a nadie en la tierra,si en la paz son y en la guerra,todos ellos como tú. ---Lector, la buena memoriaque de su madre guardó,excuso decirla yo,pues te lo dice la historia;recuerdos hay todavíaque atestiguan opulentoslos muchos remordimientosdel conde Sancho García.Diré, pues, la sola cosaque sus recuerdos exigen,y es: que de él tienen origenlos Monteros de Espinosa.FIN 2ff7e9595c
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